l Dr. Christopher Dick de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) y Myriam Heuertz de la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica) estudiaron el S. globulifera a fin de comprender el modo en que los bosques tropicales respondieron a cambios climáticos ocurridos en el pasado. Para estudiar la historia biogeográfica del S. globulifera recurrieron a secuencias de ADN ribosómico y de cloroplastos, y también a loci de microsatélites nucleares (nSSR, potentes marcadores que resultan útiles en los estudios sobre diversidad genética). El objetivo era comprender dónde vivían exactamente los árboles durante cada período histórico y su abundancia.
El S. globulifera, que también recibe los nombres comunes de cerillo, varillo, peramán y otros, es un árbol originario de África que ha poblado las masas continentales de Centroamérica y Suramérica por separado, pese a obstáculos aparentemente insuperables. El hecho de que las semillas del S. globulifera no toleren la sal hace difícil de creer que esta especie se extendiera cruzando los mares. No obstante, se ha constatado que este árbol, que puebla las selvas africanas desde hace 45 millones de años, viajó hasta Mesoamérica, la cuenca del Amazonas y las Indias Occidentales hace alrededor de 15 millones de años, habiéndose hecho camino hasta el Nuevo Mundo (el continente americano) al menos tres veces a través de las corrientes oceánicas.
Esta propagación por una ruta tan improbable (denominada «dispersión o ruta sweepstake») propició el establecimiento de tres clados, o ramas, principales de S. globulifera en las selvas del Nuevo Mundo. Desde entonces estos clados se han mantenido aislados genéticamente, otorgando a los S. globulifera la condición de «fósil viviente». Se denomina fósil viviente a un organismo que carece de parientes cercanos vivos y que, aparentemente, no ha sufrido modificaciones desde hace millones de años. Puede serlo cualquier organismo que haya sobrevivido a fenómenos de extinción a gran escala y que se asemeje a otra especie conocida únicamente por fósiles.
El registro de fósiles de polen de S. globulifera es extenso, detallado y está bien estudiado, probablemente por su utilidad como herramienta geológica para la industria petrolera. Curiosamente, este registro revela que, aunque los árboles del Nuevo Mundo y los de África tienen actualmente el mismo aspecto, han evolucionado por separado.
Valiéndose de este registro de polen fosilizado y analizando la diversidad genética entre las poblaciones existentes, los científicos lograron reconstruir la historia medioambiental de las zonas pobladas por S. globulifera. Así, observaron que en Centroamérica las poblaciones de este árbol presentaban grandes diferencias genéticas entre sí.
«Pensamos que este patrón se debe a la peculiar historia de los bosques de Mesoamérica», explicó el Dr. Dick, «la cual fue relativamente seca durante el período glacial de hace 10.000 años. En muchas zonas, los bosques se circunscribían a las cimas montañosas o las tierras bajas más húmedas. En los patrones de diversidad genética que hallamos, observamos la huella de esa historia forestal.»
Por otra parte, encontraron una menor diversidad entre las poblaciones de la cuenca del Amazonas, región que permaneció húmeda durante el período glacial y, así, permaneció poblada por bosques de manera ininterrumpida. «La deriva genética del S. globulifera fue aguda en Mesoamérica», se lee en el estudio, mientras que «las poblaciones del Amazonas parecen haberse expandido recientemente».
El estudio, que es el primero que compara de esta manera los patrones de la diversidad genética en Centroamérica y Sudamérica, esclarece parcialmente el modo en que el S. globulifera respondió al clima del pasado, lo cual puede servir para predecir el modo en que los bosques reaccionarán a los cambios medioambientales venideros.
«Pensamos que se hallarán patrones similares en otras especies así de extendidas», apuntó el Dr. Dick. «Ante un eventual incremento del calor y la sequía, es probable que las poblaciones se restrinjan geográficamente de algún modo, sobre todo en Centroamérica, pero también que resistan», adujo.
«Hay cosas que pueden pervivir a pesar de que se produzcan grandes cambios forestales», concluye el estudio. «No obstante, los cambios climáticos del pasado no vinieron acompañados de una deforestación, como es el caso hoy en día. Esa conjugación de factores puede resultar nociva para muchas especies durante el próximo siglo, sobre todo para las que no están muy extendidas geográficamente.»
Tomada de La flecha
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