Un hongo descubierto en árboles del bosque húmedo del norte de la Patagonia produce combustible diésel.
Este hongo representa potencialmente una nueva forma de obtener biocombustibles y los científicos ya trabajan en una hipotética fabricación del mismo.
Según Gary Strobel, profesor en Montana State University y descubridor de este hongo, Gliocladium roseum es el único organismo conocido en producir esta combinación de sustancias, puede hacerlo además a partir de celulosa por lo que podría ser la mejor fuente de biodiésel hasta el momento.
Las sustancias producidas por este hongo consisten en hidrocarburos que normalmente pueden encontrarse en el gasóleo, por ello al nuevo combustible lo denominan “micodiésel”.
Gliocladium roseum vive dentro de las ramas de olmos (Eucryphia cordifolia) de la Patagonia. Fue encontrado cuando expusieron tejidos de este árbol a un antibiótico volátil que normalmente elimina casi cualquier otro hongo. Sorprendentemente Gliocladium roseum prosperaba en presencia de estos gases cuando los demás microorganismos desaparecían. Este hongo también producía sus propios compuestos volátiles y cuando se pusieron a analizarlos descubrieron sorprendidos que consistían en toda una plétora de hidrocarburos. Estos investigadores creen que este hongo produce todas estas sustancias para inhibir el crecimiento de otros organismos que puedan ser potenciales competidores.
El antibiótico volátil utilizado en ese experimento fue otro descubrimiento que este investigador realizó en el pasado gracias a otro hongo que encontró en Honduras. Antibiótico que se está evaluando en la actualidad como antibiótico que sirva para conservar la fruta.
Muchos microorganismos producen hidrocarburos, pero G. roseum produce en forma de vapor montones de largas cadenas de hidrocarburos y otros compuestos hasta sumar 55 diferentes. Entre ellos encontraron octano, heptano, hexano, diversos alcoholes, ésteres… Al ser cultivado en el laboratorio estos investigadores lograron obtener pues un combustible muy similar al que ponemos en nuestros automóviles. La ventaja es que este hongo puede utilizar directamente la celulosa, además del azúcar, para producir este combustible. La celulosa normalmente no es aprovechada para la producción de biocombustibles, pero se trabaja mucho en este campo porque constituye un gran porcentaje de los tejidos vegetales, especialmente en los desperdicios agrícolas. Se estima que cerca de 430 millones de toneladas de desperdicios vegetales, que van de restos agrícolas a aserrín procedente de la manipulación de madera, se producen todos los años. Ya se trabaja en varios métodos de procesado y tratamiento de la celulosa a la hora de obtener biocombustibles (generalmente bioetanol) en los que intervienen enzimas celulasas. Pero en este caso la producción de biocombustible sería directa.
Aunque G. roseum produce menos micodiésel cuando metaboliza celulosa que cuando metaboliza azúcar, gracias a la ingeniería genética se podría aumentar el rendimiento. De hecho los genes implicados en este proceso son tan importantes como el propio hongo. No hay razón que no impida mejorar el rendimiento aunque el hongo sea ineficiente.
Según Strobel este hongo cuestiona también nuestros conocimientos de cómo se formaron los combustibles fósiles. Según la teoría actual el petróleo se formaría a partir de los restos de plantas y animales marinos expuestos a alta presión y temperatura durante millones de años. Si este hongo produce micodiésel en el bosque, quizás también hongos similares hayan contribuido a la creación de combustibles fósiles en el pasado.
De momento ya se está trabajando en la secuenciación del genoma del hongo y planeándose experimentos para ver la rentabilidad de obtener biocombustibles de esta manera.
Tomada de Montana State University
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