Un equipo formado por un genetista evolutivo de la Universidad de Montreal y por investigadores de instituciones de las ciudades francesas de Lyon y Montpellier, ha publicado un importante estudio que caracteriza al antepasado común más reciente de todas las formas de vida existentes en la Tierra, un organismo denominado LUCA (por las siglas en inglés de Last Universal Common Ancestor). Sus resultados, presentados en la revista Nature, constituyen un nuevo argumento en contra de la hipótesis del Diseño Inteligente, y muestran además que el organismo de 3.800 millones de años no era como usualmente se le ha imaginado.
El estudio realizado obliga a modificar las ideas anteriores que la comunidad científica tenía sobre la naturaleza de las primeras formas de vida que surgieron en el planeta. Generalmente se creía que LUCA fue un organismo hipertermófilo (adaptado a vivir a temperaturas muy altas), al estilo de esos extraños organismos que hoy habitan en las tórridas fumarolas a más de 90 grados centígrados en las cadenas montañosas de las profundidades oceánicas. Sin embargo, los nuevos datos obtenidos en el estudio sugieren que LUCA fue en realidad un organismo adaptado a temperaturas más bajas, y que vivió en un clima por debajo de los 50 grados centígrados.
El equipo de investigación comparó información genética de organismos modernos para caracterizar a ese ancestro universal. Ellos identificaron rasgos genéticos comunes entre animales, vegetales y bacterias, y los usaron para crear un árbol genealógico con ramas que representan especies separadas. Todas ellas se bifurcaron de un tronco común: LUCA.
Los resultados de este estudio constituyen un paso muy importante para aclarar, de entre diversas ideas contradictorias que existen sobre LUCA en la comunidad científica, cuál de ellas se ajusta más a la realidad. Lo descubierto en el nuevo estudio concuerda mucho más con la teoría de un antiguo "mundo de ARN", en el cual cada forma de vida arcaica de la Tierra se basaba en el ARN (Ácido ribonucleico) en vez de en el ADN (ácido desoxirribonucleico).
Sin embargo, el ARN es particularmente sensible al calor, y por ello resulta muy poco probable que hubiera sido estable en el ambiente genérico de temperaturas elevadas que sufrió la Tierra en sus inicios. Los datos de Nicolas Lartillot, profesor de bioinformática de la Universidad de Montreal, y sus colaboradores, indican que LUCA contó con un microclima más fresco para poder desarrollarse. El hallazgo ayuda a explicar esta aparente contradicción, y demuestra que los microentornos con clima propio, a modo de oasis, tuvieron un papel fundamental en el desarrollo de la vida en la Tierra.
Fue sólo en una fase evolutiva posterior cuando los descendientes de LUCA desarrollaron la molécula de ADN, con mayor estabilidad térmica, la cual adquirieron de manera independiente, presumiblemente recibiéndola de ciertos virus, y la usaron para reemplazar al viejo y frágil vehículo de ARN. Esta innovación de la evolución permitió a las nuevas criaturas salir de sus pequeños microambientes, diseminarse por muchas regiones del planeta, evolucionar para adaptarse a cada uno de los entornos, y, en definitiva, diversificarse en una amplia variedad de organismos sofisticados capaces de tolerar el calor reinante en esa época del pasado.
Información adicional en:Université de Montréal
El estudio realizado obliga a modificar las ideas anteriores que la comunidad científica tenía sobre la naturaleza de las primeras formas de vida que surgieron en el planeta. Generalmente se creía que LUCA fue un organismo hipertermófilo (adaptado a vivir a temperaturas muy altas), al estilo de esos extraños organismos que hoy habitan en las tórridas fumarolas a más de 90 grados centígrados en las cadenas montañosas de las profundidades oceánicas. Sin embargo, los nuevos datos obtenidos en el estudio sugieren que LUCA fue en realidad un organismo adaptado a temperaturas más bajas, y que vivió en un clima por debajo de los 50 grados centígrados.
El equipo de investigación comparó información genética de organismos modernos para caracterizar a ese ancestro universal. Ellos identificaron rasgos genéticos comunes entre animales, vegetales y bacterias, y los usaron para crear un árbol genealógico con ramas que representan especies separadas. Todas ellas se bifurcaron de un tronco común: LUCA.
Los resultados de este estudio constituyen un paso muy importante para aclarar, de entre diversas ideas contradictorias que existen sobre LUCA en la comunidad científica, cuál de ellas se ajusta más a la realidad. Lo descubierto en el nuevo estudio concuerda mucho más con la teoría de un antiguo "mundo de ARN", en el cual cada forma de vida arcaica de la Tierra se basaba en el ARN (Ácido ribonucleico) en vez de en el ADN (ácido desoxirribonucleico).
Sin embargo, el ARN es particularmente sensible al calor, y por ello resulta muy poco probable que hubiera sido estable en el ambiente genérico de temperaturas elevadas que sufrió la Tierra en sus inicios. Los datos de Nicolas Lartillot, profesor de bioinformática de la Universidad de Montreal, y sus colaboradores, indican que LUCA contó con un microclima más fresco para poder desarrollarse. El hallazgo ayuda a explicar esta aparente contradicción, y demuestra que los microentornos con clima propio, a modo de oasis, tuvieron un papel fundamental en el desarrollo de la vida en la Tierra.
Fue sólo en una fase evolutiva posterior cuando los descendientes de LUCA desarrollaron la molécula de ADN, con mayor estabilidad térmica, la cual adquirieron de manera independiente, presumiblemente recibiéndola de ciertos virus, y la usaron para reemplazar al viejo y frágil vehículo de ARN. Esta innovación de la evolución permitió a las nuevas criaturas salir de sus pequeños microambientes, diseminarse por muchas regiones del planeta, evolucionar para adaptarse a cada uno de los entornos, y, en definitiva, diversificarse en una amplia variedad de organismos sofisticados capaces de tolerar el calor reinante en esa época del pasado.
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