Aún no está claro si en Marte hay o hubo vida. Pero mientras las sondas espaciales continúan su recorrido en busca de vestigios inequívocos, científicos de México y EU planean “exportar” organismos terrestres a ese planeta para así tornarlo “verde” y preparar su futura colonización.
Para lograr este ambicioso objetivo de acondicionar al planeta rojo para que albergue vida terrestre, un grupo de expertos liderado por Rafael Navarro González, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, evalúa el crecimiento de pinos (Pinus hartwegii) en los ambientes extremos de altitud y temperatura del Pico de Orizaba, en Veracruz, donde se encuentra la línea de bosques de coníferas de mayor elevación en el mundo, a 4 mil 100 metros sobre el nivel del mar.
Con los resultados, los científicos tendrían un conocimiento suficiente para, en una etapa posterior, “exportar” pinos tipo Alaska, más adaptados a los cambios extremos de temperatura, precedidos por bacterias que realicen fotosíntesis y liberen oxígeno en la tenue atmósfera marciana, constituida en más de 95% por dióxido de carbono. Con ello se generarían las modificaciones necesarias (terraformación) para la introducción de animales y posteriormente seres humanos.
“Necesitamos (estudiar) una montaña alta, cerca del Ecuador que nos pueda servir como modelo de las condiciones que actualmente tenemos en Marte”, comentó el fundador del Laboratorio de Química de Plasmas y Estudios Planetarios respecto de este trabajo colectivo, iniciado en 1999. Y el mencionado volcán en Veracruz, con sus 5 mil 600 metros de altitud, resultó ser idóndeo.
No se sabe por qué la línea de árboles no puede sobrevivir a mayor altitud. Navarro y sus colegas creen que la fijación de nitrógeno (necesaria para la fotosíntesis vegetal) se colapsa debido a las bajas temperaturas y aunque esto aún no se demuestra, ellos han encontrado que se requiere una temperatura promedio anual de 7°C para introducir un bosque en el planeta rojo.
“Si queremos introducir árboles en Marte, la única zona factible es la ecuatorial. Probablemente podremos llevar pastos y otro tipo de plantas a las regiones tropicales o cerca de los polos, pero el bosque va a estar sólo en la zona ecuatorial y no va a colonizar las montañas, porque la temperatura (ahí) sería mucho más baja”, precisó Navarro.
Efecto invernadero marciano
El primer paso para terraformar Marte es inducir una elevación de su temperatura promedio, que hoy es de unos -63°C. Y para lograrlo nada mejor que recurrir a un procedimiento en el cual los humanos tenemos mucha experiencia: el calentamiento global.
Paradójicamente, la liberación de gases de efecto invernadero (que en la Tierra está propiciando grandes desequilibrios ambientales) haría a la superficie marciana más habitable para organismos terrícolas, según la propuesta de Margarita Marinova, de la División de Ciencias Geológicas y Planetarias del Instituto Tecnológico de California (Caltech).
La primera etapa para hacer habitable a Marte comprenderá ‘reparar’ su atmósfera. En este estadio, que duraría unos 100 años y que se lograría con la instalación de fábricas que liberen allá gases de efecto superinvernadero, solamente microorganismos y plantas serán capaces de sobrevivir.
Marinova sostuvo que para ello utilizarán gases con mayor capacidad para generar calentamiento que el dióxido de carbono, pero descartarán los que contengan cloro o bromo, ya que estos elementos destruirían eventuales capas de ozono que llegasen a formarse en Marte. “De los gases que buscamos el mejor es el compuesto por tres átomos de carbono y 8 de flúor”, aseguró.
Posteriormente, añadió la científica, la atmósfera marciana tendría que hacerse respirable para los seres humanos mediante la introducción de bacterias y después plantas y árboles que generen oxígeno. Esta etapa es mucho más complicada y tomará cientos de años o quizá un milenio.
La vida en expansión
Otros colaboradores de este innovador proyecto —financiado inicialmente por la NASA y luego por la UNAM y el Conacyt— son Frederick A. Rainey, del área de Ciencias Biológicas de la Universidad Estatal de Louisiana, así como Christopher P. McKay, del Centro de Investigación Ames de esa agencia espacial estadounidense.
Rainey ha caracterizado bacterias que habitan los bosques en el Pico de Orizaba e incluso ha evaluado su resistencia a la radiación gamma, ultravioleta y a la desecación para ver si serían capaces de sobrevivir en el planeta rojo. Por su parte, McKay consideró que hay dos razones que justifican la exploración de Marte:
“La primera es entender si ese planeta tuvo un origen de la vida separado (del nuestro). La otra se refiere al futuro: extender la vida más allá de la Tierra y del sistema solar y llegar hasta donde podamos”, precisó.
Sin embargo, reconoció que si bien Marte podría ser un lugar propicio para la vida, tal vez nunca lo sea para los seres humanos.
Por su parte, Navarro González afirmó que este plan para terraformar y colonizar Marte no se da porque los humanos ya necesitemos un segundo “hogar” y vayamos a desechar la Tierra: al contrario, insistió en la necesidad de preservar nuestro planeta, pues “nunca vamos a encontrar un mejor lugar para vivir.”
Con todo, reconoció que podría haber importantes limitaciones de tipo ético para culminar la colonización de nuestro planeta vecino: “Si en Marte hay vida microscópica en el subsuelo no sería ético confrontar dos biosferas que pudieran ser diferentes, aunque pudieran estar emparentadas”, consideró.
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